Conseguir a cualquier precio un número de multas considerable para evitar perder ciertos privilegios no nos resulta ajeno a estas alturas. La voz de muchos guardias civiles se ha alzado en estos tiempos mostrando su disconformidad ante unas presiones que en muchos casos terminan en prácticas poco éticas para alcanzar los objetivos recaudatorios perseguidos.

Unas prácticas que intentan jugar al despiste y que están enfocadas a lograr las ansiadas sanciones jugando con la confianza de los conductores. De esto se han hecho eco, agentes tinerfeños que motivados por fuertes presiones se han visto obligados a emprender acciones que se alejan de la ética y también de lo que originariamente serían sus funciones, para poder mantener a salvo el plus de productividad.

Para ello, alejándose de otras labores más enfocadas a la seguridad vial y como si se tratase prácticamente de un juego, colocan radares móviles detrás de contenedores y arbustos, se esconden en curvas con visibilidad recudida o incluso simulan una avería para situarse en el arcén y de esta forma cazar a los conductores que pequen en cualquier momento.

Una situación embarazosa que hace que estos agentes no se sienten cómodos por sus modos poco éticos, pero que no ven por el momento otra salida para no perder ciertos beneficios. Una especie de juego, de escondite con pillería incluida, para que no se escape ninguna multa de tráfico, aunque se releguen otras funciones al cajón de ‘menos importantes’.

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