Los radares se han convertido en un instrumento fundamental para combatir las infracciones y poner multas de tráfico indistintamente. Su rentabilidad testada en apenas 48 ó 72 horas, es la principal responsable de que cada vez haya menos agentes vigilando las carreteras.

La vigilancia exhaustiva y sin tregua que llevan los radares en la carretera, les ha valido consagrarse como la mejor forma de captar a los conductores desprevenidos que abusan del acelerador o que infringen alguna de las normas de tráfico. Su principal cometido, poner multas, lo cumplen a la perfección y por ello siempre resulta una inversión muy grata, que se rentabilza en apenas 48 ó 72 horas.

El precio de los radares aproximadamente ronda los 6.000 euros, sin embargo este gasto resulta verdaderamente modesto con los ingresos que se generan a partir de ellos. Es por ello que se ha establecido una creciente proliferación de estos instrumentos de control en detrimento de la vigilancia de los agentes de tráfico en las carreteras.

Una realidad que ahora denuncia la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), que encuentra en éste otro motivo de descontento, además del papel que en muchos casos se ha asumido como meros recaudares a través de las multas de tráfico.

Del mismo modo, la sustitución de agentes por radares se convierte no sólo en una cuestión molesta sino también en una preocupación para el colectivo, al presentar las carreteras «un mayor abandono» que finalmente responde a una menor seguridad vial para todos los ciudadanos.

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