Hasta ahora, los miembros del Gobierno y del PSOE solían disimular la sorpresa que les causaba las improvisaciones frívolas de Zapatero y su camarilla, aunque éstas dejaran estupefactos a los españoles.
Ahora ya, ni disimulan. Hacen lo que pueden por mantener el tipo, pero quedan en evidencia de la forma más hilarante.La famosa limitación de velocidad a 110 kilómetros por hora en las carreteras ha recibido el sostén de varios ministros, pero, pese a la mucha voluntad desplegada, ninguno ha sabido salir del trance con el mínimo decoro. Cada uno ha hablado de oídas sobre lo que imaginaba que podían ser las razones de la medida y, naturalmente, han ido cayendo en las contradicciones más palmarias.
Para unos, nos ahorraremos el 3% de la factura petrolífera; para otros, del ocho al 12%; otros más creen que del 12% al 18%. En resumen, nadie en el Gobierno tiene una idea cabal de por qué Zapatero ha decidido tal iniciativa, aunque muchos sospechan que puede proceder de su amigo el ministro Sebastián, el mismo de la “operación bombilla”, esa carísima genialidad que tanto bien iba a hacer a España para reducir su dependencia del maldito petróleo y que no parece que haya tenido demasiada influencia, a la vista del tarifazo eléctrico que nos ha venido encima.
Claro que mucho peor ha resultado el adorno argumental de otros para la medida zapateril. Por ejemplo de quienes han apelado también al lado más sensible del populismo socialista: la reducción de velocidad es para salvar vidas. También Zapatero se ha apuntado a este mensaje, sin duda inspirado por un Rubalcaba que, en su condición de ministro de Tráfico, ha venido a decir que era lo único que le concernía.
La iniciativa pasaba de ser conveniente a ser necesaria: la forma de salvar la economía española y la salud de los españoles. Y no sólo, según Zapatero: también contribuiría a rebajar las emisiones de gases contaminantes, por lo que salvaría en parte al Planeta.
El problema de la defensa hiperbólica de este tipo de ocurrencias es que las hace más proclives al ridículo. Por eso, Zapatero, probablemente obnubilado por los euros recaudados en las satrapías del Golfo, la pifió en su conjunto al decir que la medida era temporal. ¿Temporal la defensa de la autonomía energética de España? ¿Temporal la defensa de las vidas de los ciudadanos? ¿Temporal la defensa de la salud de la Tierra?
Naturalmente que la medida puede ser temporal porque, muy probablemente, según la mayoría de expertos, no sirve prácticamente para nada, salvo para una cosa que siempre está en la agenda oculta de un Gobierno agobiado por la caja: recaudar dinero a base de multas. Puesto que algunos dirían que el Gobierno perdería dinero en la recaudación de impuestos indirectos por combustibles, pero eso no será así, y probablemente lo saben, porque se ahorrará muy poco en ese concepto. Lo evidente, lo tangible, es que sólo obtengan dinero a base de extorsionar a los ciudadanos con multas persecutorias sumadas a las innumerables ya existentes.
Pero, claro, esto no lo puede decir un Gobierno. Por eso hace demagogia barata y contradictoria. Naturalmente que no sabe cuánto nos vamos a ahorrar en petróleo, y cuántas vidas vamos a salvar, y qué parte del Planeta vamos a redimir. Lo que sí se puede evaluar estadísticamente es cuánto dinero se va a recaudar por exceso de velocidad, al menos durante la etapa en la que los conductores no se adapten a la nueva situación.
Juguémonos lo que sea: los radares estarán colocados en rectas con varios carriles y máxima visibilidad, en lugares en los que raramente se ha producido un accidente por exceso de velocidad.
Y no se preocupe el Gobierno porque le acusen de afán recaudatorio. Al menos, es una muestra de que alguien piensa que pueden hacer algo con sentido, aunque sea torticero. Lo otro, que no lo hayan hecho por eso y se crean realmente lo del ahorro y el Planeta, les subiría, si cabe, en el ranking de la estupidez. Y no creo que vaya por ahí. Simplemente, prefieren hacer el ridículo con tal de hacer caja.
José Antonio Sentis
fuente: diario Negocio
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