Existen muchos tipos de radares para controlar la velocidad de los conductores. Los hay fijos, móviles, de semáforo y los denominados radares de tramo. Esta variedad cuenta con una serie de peculiaridades que les hace más efectivos a la hora de cazar comportamientos ilegales y por tanto de poner multas.

La esencia de los radares de tramo la encontramos en que estos no vigilan un único punto o una zona concreta para que los conductores no pisen de más el acelerador. En el caso de los radares de tramo su vigilancia se extiende, hasta como su propio nombre indica, a abarcar la media de la velocidad comprendida entre dos puntos controlados en un mismo tramo para determinar si el coche en ese espacio y tiempo ha cometido una infracción.

Esto hace más vulnerables a los usuarios que confiados en que han pasado la zona de peligro se descuidan muchas veces y pisan el acelerador sin haber pasado el tramo de peligro. Del mismo modo, otra de las características que consolida la efectividad de los radares de tramo en materia de multas se basa en que al contrario de los radares convencionales, estos no cuentan con margen de error por lo que son más fiables sus resultados.

Asimismo, estos radares no sólo velan para que no se produzcan en las carreteras españolas excesos de velocidad, sino que también están atentos a si por defecto se conduce a una velocidad anormalmente lenta (por debajo del 50 por ciento de lo establecido), en la que también no dudarán en plasmar las multas a los responsables de la acción.

Son unos radares que por su propia particularidad están interconectados entre sí, por lo que independendientemente del lado en el que entremos en el tramo, derecho o izquierdo, se realizará de igual manera la lectura de la matrícula y por tanto la imposición de multas en caso de requerirse. Todo ello les otorga un mayor temor entre los conductores que ven en estos dispositivos de control la mayor vigilancia y eficacia con las infracciones por velocidad.