Lleva como responsable de la dirección de Tráfico 142 días y en todo ese tiempo ya ha tomado importantes decisiones. Sabe lo que empieza a suponer el peso de su cargo pero no se achanta ante sus detractores. Si hay que prohibir algo no se le caen los anillos al hacerlo y ni siquiera le tiembla la voz cuando le toca anunciar que se reducirá la velocidad en las carreteras convencionales o que se prohibirá la circulación de las bicicletas por las aceras de las ciudades. Todas las medidas le parecen escasas si se habla de la seguridad de los ciudadanos.

Su mayor preocupación además de intentar «lograr día a día la reducción de víctimas en las carreteras» ha encontrado ahora un nuevo foco. Éste reside en la imposición del Gobierno de incrementar el número de peajes en las autovías, debido a que considera que puede provocar «un aumento de los accidentes en carretera por el desvío masivo de conductores hacia carreteras secundarias y gratuitas». Por lo que los más críticos hacia estos peajes han encontrado desde hoy a una nueva aliada con la que continuar su guerra.

Ella ni duda ni vacila, «la seguridad es lo primero», por ello y aunque crítica, si tuviese que elegir no dudaría entre una carretera y una autopista de pago, «yo escojo la de pago», afirma rotunda, intentando con ello, concienciar a los conductores de que los máximos riesgos en carretera se suceden en vías convencionales aunque nos resulte su paso gratuito.

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