La señalización de un radar no es algo aleatorio o caprichoso, tiene una explicación y va en consonancia con la seguridad que se pretende que los conductores tengan cuando circulan. Los radares fijos deben su existencia entre otros motivos a la señalización de los puntos negros en carretera. Estos son aquellos focos en los que se han producido tres o más accidentes mortales en un año y que en la actualidad reciben el nombre de Tramos de Concentración de Accidentes respectivamente.

Señalizar un punto negro, es dar un aviso a los conductores, una alarma de que por diversas circunstancias existen peligros añadidos a la conducción en sí, en esa zona y que causaron en un momento puntual episodios tráficos de fallecimientos en la carretera. Estos puntos de control en esos casos están para que se respeten los límites y no para simplemente multar y con ello fastidiar al conductor. Un hecho que de manera genérica se puede llegar a desconocer.

 

Del mismo modo, la ubicación de los radares fijos también dependerá del criterio de la velocidad y se encontrarán completamente visibles para que los conductores sepan de antemano que se encuentran vigilados y que deben los límites fijados respetar. Los radares, gusten o no, son siempre un buen recordatorio de la velocidad a la que se debe circular.

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