La efectividad de los radares, que controlan determinados puntos de la carretera, además de los controles sorpresa, más a traición y con fines recaudatorios, han hecho mella en los conductores, que más precavidos han tomado buena conciencia de la situación y esto se refleja en las estadísticas.
Las multas de tráfico han descendido y esto viene motivado en parte por la crisis económica que no pasa desapercibida para los conductores que tienen que hacer frente a muchos pagos como para llevarse sorpresas extra convertidas en sanciones. Si a ese temor de llegar mal a fin de mes, se le suman gastos imprevistos es lógico que se tenga más que nunca respeto a los radares de velocidad.
Esto queda plasmado en el caso de Valladolid, que sirve como ejemplo para ilustrar el temor que se tiene a los radares. Con sus cuentas y número en mano la capital vallisoletana ha llegado a notar un descenso del 30 % en multas de tráfico desde la implantación de su red de radares fijos. Una cifra muy lejana de lo que se obtuvo en 2009, coincidente con ser anterior a la implantación de estos controles fijos.
Este cambio tan radical ha encontrado su explicación en estos vigilantes de las calles, que más efectivos que las propias personas, son difíciles de burlar y siempre recogen instantánea y datos de los conductores, que pueden ser impedimentos suficientes a la hora de plantear un recurso.
Por eso decididos a no ser conejillos de indias, los vallisoletanos han decidido mostrar una actitud más cívica y respetuosa con las normas de tráfico que se ha aprendido a base de esfuerzo y de lo que se conoce y recoge popularmente en el refrán que dicta que ‘la letra con sangre entra’. Las multas de tráfico son un buen pretexto para respetar los límites de velocidad.
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