En tiempos de crisis todo es susceptible de gasto y de dificultades. El incremento de tasas e impuestos ahoga a los ciudadanos que en múltiples ocasiones se convierten en morosos y precisamente las multas de tráfico son uno de sus primeros objetos de impagos.

La crisis económica ha hecho cambiar determinadas costumbres entre los ciudadanos. Si antes nos podía llegar a escandalizar el tener un recibo sin pagar, ahora muchos utilizan más que nunca la picaresca para evitar tener que hacer el pago. En este saco de deudas están presentes las multas de tráfico que precisamente ante estas adversidades han encontrado la mejor oportunidad para enriquecer a municipios y ciudades.

La morosidad con las sanciones se ha hecho mucho más manifiesta en este último año, dejándose miles de multas sin cobrar ante la falta de respuesta o localización de los infractores. Un problema que preocupa especialmente a la Dirección General de Tráfico (DGT), que ya ha tomado cartas en el asunto en los casos de conductores extranjeros y qu e pretende tomar medidas mucho más rigurosas en las múltiples situaciones que se dan a nivel nacional.

Por lo que teniendo en cuenta que estos impagos no sólo desequilibran la balanza, sino que ponen en cuestión la autoridad de Tráfico, se determinará con mayores exigencias, en un futuro bastante inmediato, los domicilios de los conductores y las formas de contacto para que en caso de recibir una multa de tráfico, las vías de escape resulten mucho menos sencillas.