La Dirección General de Tráfico (DGT) se ha plantado y tras dejar en las carreteras españolas un total de 750 radares entre fijos y móviles en funcionamiento en la actualidad, ha decidido que por el momento no incrementará más el número de estos, aunque sí seguirá trabajando con ciertas modificaciones que afectarán a estos dispositivos «en favor de la seguridad vial».

En lo que respecta a los radares existentes, Tráfico ha decidido que cambiará de sitio los radares menos «eficaces» para sacarles más rendimiento en otros puntos especialmente conflictivos en materia de velocidad, lo cuál ha desatado todo tipo de especulaciones que ven en esta acción no sólo un intento por mejorar la seguridad de los conductores sino por recaudar más ingresos, despistanto tanto a dispositivos como a la picaresca de los conductores que ya se habían aprendido los lugares que contaban con esta especial vigilancia y control.

No obstante, la directora general de Tráfico, María Seguí que negó rotundamente este afán recaudatorio que se le había achacado a raiz de este cambio, manifestó que seguirán existiendo radares en tramos «aparentemente seguros» para impedir que las velocidades se disparen, lo que a la larga también puede suponer un factor de riesgo.

 

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